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FUENTES
 
(1) ARCE BAYÓN, R., La ciudad de León en el siglo XIX: Transformaciones urbanas precursoras del plan de ensanche, León, 2012, pp. 89-90.
 
(2) SERRANO LASO, M., La Arquitectura en León entre el historicismo y el racionalismo. 1875-1936, León, 1993, pp. 19-22.
 
(3) ARCE BAYÓN, R., Op. cit., p. 92 y 125-126.
 
(4) SERRANO LASO, M., Op. cit., pp. 19-22.
 
(5) Ibídem, pp. 19-22.
 
(6)Ibídem, pp. 118-137.

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX se comenzaron a buscar soluciones para organizar y sanear las construcciones de la ciudad de León, cuyo crecimiento había aumentado, surgiendo arrabales y zonas dedicadas a la industria y a la vivienda obrera como consecuencia del desarrollo industrial y comercial. A esto se añade la creación de la estación de ferrocarril en 1863, con la consiguiente mejoría de las comunicaciones. Así, el crecimiento de la ciudad se fue desarrollando de acuerdo a la demanda, de manera desordenada y no planificada, dando lugar al hacinamiento y la insalubridad.

 

La necesidad de una planificación urbanística racional, basada en los nuevos conocimientos científicos y que diese respuestas a la nueva situación socioeconómica se hizo ineludible, dando lugar a dos grandes proyectos: la reforma del Casco Antiguo y el Plan de Ensanche. En este contexto, la arquitectura de la ciudad fue abandonando su marcado conservadurismo que mantenía las formas tradicionales y populares hacia los nuevos estilos que estaban ya instalados en las grandes urbes como Madrid o la más cercana Valladolid. Así, surgen estilos como el neoclasicismo y el neobarroco, el historicismo o el neomudéjar.

 

La reforma del Casco Antiguo

 

El Casco Antiguo de la ciudad estaba viendo su capacidad de acoger la creciente población desbordada[1] al carecer del equipamiento urbano adecuado. Se inician una serie de expedientes desde 1870 que proponen planes de mejora, centrados en crear una infraestructura adecuada y ampliar, alinear y organizar las principales vías y plazas. El eje principal lo constituirá la Calle Ancha, que se unirá con Santo Domingo. Se dispondrá entonces el espacio en torno a dicho eje, trazando en la medida de lo posible vías perpendiculares y paralelas al mismo[2].

 

La Desamortización de Mendizábal en 1835 facilitó estas reformas, así como la Ley de Expropiación Forzosa, incrementando el terreno edificable. La mayoría de terrenos expropiados a la Iglesia fueron comprados por la creciente burguesía de la ciudad, dando lugar a la creación de nuevos edificios o a la reutilización de los existentes[3].

 

En 1865 se firmó el primer proyecto de ampliación de la Calle Ancha, aprobado definitivamente en 1899. En los años sucesivos se fue organizando el resto del espacio, y ya en el siglo XX se amplió la Plaza del Mercado, la de San Martín y la de la Catedral. Fruto de esta reorganización y jerarquización del espacio surgen un gran número de inmuebles que constituirán el espacio habitacional de la burguesía y que cambiarán definitivamente el aspecto de la vieja ciudad. La Calle Ancha será el espacio privilegiado, y allí se empezará a transitar hacia las nuevas técnicas constructivas, abandonando paulatinamente las tradicionales[4].

 

Una nueva concepción de la arquitectura, con más preocupación por la estética, se va imponiendo a la arquitectura popular, centrada en lo funcional y económico. Se introducen entonces los nuevos materiales, aunque tímidamente al principio, conviviendo con los tradicionales madera y ladrillo. Estos nuevos materiales serán, principalmente, el hierro y el hormigón. La piedra extraída de Pola de Gordón se empezó a usar como recubrimiento, sobre todo para fachadas y portadas monumentales. Para los elementos decorativos y escultóricos, el material más común fue la piedra de cemento y arena, que permitía el uso de moldes. También el yeso fue utilizado, pero en menor medida debido a su mayor coste[5].

 

En cuanto a las tipologías, la protagonista fue sin duda la doméstica, seguida por la religiosa (tras la Restauración de Alfonso XII) y la escolar. Predominará en cuanto a estética el historicismo, ecléctico y clasicista en la Calle Ancha, y medievalista en las cercanías de la Catedral. El clasicismo academicista se estaba desvaneciendo tras la muerte de Fernando XII, dando lugar a una situación de mayor libertad a los arquitectos. La nueva posibilidad de experimentar combinaciones y formas históricas, el gusto romántico por lo exótico y pintoresco, y la educación impartida en la Escuela de Arquitectura de Madrid impulsaron estas nuevas concepciones. La Escuela, cuyas enseñanzas combinaban lo técnico y lo artístico, basándose en la copia y estudio de los modelos preexistentes, fue incorporando un estudio, liberado de prejuicios, de las formas medievales y exóticas previamente marginadas. Las formas se aplicaron en León de manera ecléctica, tomando elementos de diferentes épocas y combinándolos en las fachadas, dando lugar a edificios cuyo estilo no se circunscribe a una sola época[6].

LEÓN CONTEMPORÁNEO

INTRODUCCIÓN A LA RUTA

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